CUENTOS DE BARRIO O SEA, ME LO CONTÓ UN VECINO I

Teníamos la costumbre cuando éramos niños, salir a la esquina y reunirnos a contar cuentos y sucesos, que a alguno le había ocurrido a uno de nosotros o alguna persona cercana.

En estas historias o cuentos como Uds. Si desean llamarlos, me voy a poner en primera persona, para no poner nombres de los que lo contaron.

NAHUALES EN LA ESQUINA DE MI CASA.

Mi casa estaba ubicada en la parte posterior del Colegio Guayaquil, en la Avenida Machala y la calle Calicuchima, esto en la ciudad de Guayaquil.

Vivía en un apartamento en un piso superior y en la parte baja estaba ubicada la tienda del barrio.

En la esquina diagonal a mi casa había una clase de tienda, que vendía carbón, que era lo que se usaba en ese tiempo para cocinar, mucho antes de usar el kerosene o el gas.

Eso se lo llamaba la carbonería, y la atendió una señora bastante mayor de edad, que parecía una de esas brujas de los cuentos, y de la que nosotros los menores nos manteníamos alejados por su apariencia, y cuando nos tocaba que nos mandaran a comprar carbón, íbamos muy atemorizados.

La carbonería era una clase de ramada con una habitación al fondo y el depósito de carbón al frente. Y en medio algo que simulaba un patio interior muy amplio.

Tenía un amplio portal y en la vereda, se mantenía casi todo el año un espeso matorral, que ocultaba la vista casi totalmente de la carbonería.   Casi nunca se podía ver lo que pasaba en esa casa.

Muy seguido se escuchaba ruidos, música y conversaciones de muchas personas en esa esquina, y la señora Maria, que era como se llamaba la anciana, decía que eran sus hijos y sus familias que la iban a visitar.

Una noche nos pusimos de acuerdo mis amigos y yo, con esa estupidez, inocencia y atrevimiento que nos da la niñez, y decidimos ir a la carbonería a averiguar cómo eran esas famosas reuniones familiares.

Escape de mi casa, como lo hicieron mis amigos y nos reunimos en la acera de enfrente de la carbonería, alrededor de la medianoche, nos acercamos y por en medio de los matorrales comenzamos a espiar y vimos lo que nos llevaría mucho tiempo olvidar, y varios de nosotros, creo que nunca logramos hacerlo.

En el patio interior de la carbonería, había una gran fiesta, de lejos y gracias a la luz de la luna pudimos ver varias parejas bailando, y a medida que nos acercamos pudimos ver a las parejas, completamente desnudas, las mujeres tenían colas y los hombres tenían cachos. Y la anciana, doña María, cantaba algo inentendible alzando los brazos a la luna.

Ahora que soy adulto, creo que eso era un Aquelarre, una reunión de brujas adorando a la luna, pero ya nadie cree en eso.

No supe como llegué a mi casa, dos de mis amigos estuvieron enfermos por varios días, uno estuvo en un hospital por varios meses, pero nunca pudimos decir nada de nuestra aventura, por temor a que nuestro castigo sea muy grande de parte de nuestros padres.

Después de esto, la carbonería cerro y la señora Maria, desapareció, sin dejar rastro, creo que al verse descubiertos se fueron a otro lugar.

Esto me lo contó un amigo.

—Valente Delmar—

Publicado por Valente Delmar

Comentador social y político, y narrador de historias.

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