Existen muchas leyendas de mi Guayaquil, especialmente del Guayaquil antiguo, hay muchas que han sido traídas por nuestros campesinos hacia la ciudad y las han hecho revivir como si hubieran nacido aquí, pero en realidad la mayoría son creencias de nuestros ancestros fuera de las ciudades y con sus ideas y temores fueron llevadas al lugar donde se radicaron cuando comenzaron a emigrar hacia las grandes ciudades como Guayaquil, Quito, Cuenca, etc.
Asi tenemos leyendas como: La bruja del tamarindo, la Viuda del Mate, el chiquito Luis, el Tin Tin, el duende del sombrerón, y muchas más.
Esta vez quiero contarles algo de mi experiencia personal, no por que me haya pasado nada excepcional, si no que, sólo me remito a mis recuerdos de mi infancia, y he tratado de buscar información por otras fuentes pero no lo he logrado.
Cuando eramos niños, mis hermanos y Yo, teniamos como diversión, caminar nuestra ciudad de extremo a extremo, comenzabamos por la avenida Olmedo, el Malecón Simón Bolívar, la avenida 9 de Octubre y terminabamos en el malecón del Salado, era nuestro recorrido favorito, a veces avanzabamos hasta el Cementerio General, pero muchas veces evitabamos ese recorrido porque si se nos hacía tarde, a las sombras de la noche nos atemorizaba la calle Julián Coronel, conocida como la Avenida de las amarguras, esto debido a que esta comenzaba con el cerro del Carmen que en nuestro tiempo se había convertido en refugio de malas gentes, ladrones y criminaleas, (ahora recuperado y convertido en un bastión turístico) seguía la Cárcel Municipal, y a continuación el Hospital Luis Vernaza, El Hospital de Lea (liga ecuatoriana antituberculosa), el Necrocomio, el Cementerio de los protestantes, el Hospicio, y el Cementerio General a travez de la calle el Servicio Sanitario Nacional y el Centro Antirábico(ahora Hospital de Infectología y ciencias Forenses), en nuestro tiempo allí se acababa la ciudad.
La esquina a donde pegó el grito el Diablo
En nuestro tiempo había una leyenda, en el cerro de el Carmen, la calle Numa Pompilio Llona, la única calle de el famoso barrio de las Peñas, había un desvío de la calle, que conducía al cerro del Carmen, la parte «mala» de ese barrio realmente era un barrio muy pobre, en el que lamentablemente se había asentado un grupo de ladrones y asaltantes, los que hacían de las suyas en los barrios aledaños, y en el resto de la ciudad y huían de la policía en los vericuetos de ese barrio.
En la cima del cerro en un recodo del camino, en la roca macisa, había un túnel, cuya boca estaba en la pared de la montaña, se dice que muchos ladrones, seguidos por la policía se habían aventurado en aquella cueva, pero que nunca se llegó a saber de ellos y se cuenta que en las noches muy oscuras se oían gritos escalofriantes, entonces se le comenzó a llamar a ese lugar «La esquina a donde pegó el grito el diablo», por mucho tiempo la gente evitó pasar por el lugar cuando oscurecía.
Se cuenta que en los años 60 y 70 muchos se aventuraron a investigar el lugar, pero muchos de ellos nunca salieron,el último que se aventuró fue un aventurero francés que se había radicado en Guayaquil, y desapareció por 25 dïas, fué el único que salió de la famosa cueva pero cuando lo hizo estaba transtornado mentalmente y nunca dijo lo que vió o encontró allí. Y por lo tanto las autoridades decidieron condenar la entrada del túnel con una gran puerta de hierro para evitar más desaparecidos.
Ciertos historiadores cuentan que el famoso túnel era un camino a travez del río y de las montañas para que los Chasquis (mensajeros del Inca) llegaran más rápido a la capital del Imperio, Lo que tampoco nunca se investigó ni se comprobó.
Otros decían que no era nada de espantarse por que el famoso grito del diablo era que la boca de la cueva por su posición, cuando había vientos fuertes, producía los sonidos que la gente confundía con gritos desgarradores.